Cristo quiso nacer y crecer en el seno de la Sagrada Familia de José y María. La iglesia no es otra cosa que la “familia de Dios”, donde se empieza a instituir el sacramento del matrimonio y el amor conyugal dados a la procreación y a la educación de sus hijos. En ella María es presencia viva.
Subió también José desde Galilea de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David, que se llama Belén, por ser él de la casa y familia de David, para empadronarse con María, su esposa, que estaba encinta
Lucas 2, 4-5
La familia, como iglesia viva en el amor
La familia es iglesia doméstica. María intercede por los hogares para ser formados como iglesias vivas en el amor, a través de la unidad y el calor de los padres con los hijos, para ser anunciadores de la palabra de Dios con su testimonio.
La familia cristiana es una comunión de personas, reflejo e imagen de la comunión del Padre y del Hijo en el Espíritu Santo. Su actividad procreadora y educativa es reflejo de la obra creadora de Dios. Es llamada a participar en la oración y el sacrificio de Cristo. La oración cotidiana y la lectura de la Palabra de Dios fortalecen en ella la caridad. La familia cristiana es evangelizadora y misionera
Catecismo de la Iglesia Católica 2205
María, ejemplo de mujer en el hogar
María se hace presente en las mujeres enseñándolas a ser dulces, tiernas, comprensivas, maternas, silenciosas, prudentes, obedientes, dóciles, amorosas y esposas, con la sabiduría del Espíritu Santo que nos lleva a renovarnos y aceptar la voluntad de Dios. A través de Ella, recibimos una gran invitación: “Hagan lo que él os diga”, para que cada día las familias se vayan edificando y moldeando en las manos del Alfarero a través de esta gracia inmaculada.
Feliz el marido de mujer buena, el número de sus días se duplicará. La gracia de la mujer recrea a su marido, y su ciencia reconforta sus huesos
Eclesiástico 26, 13
María, intercesora de nuestros hogares
María siempre permanece en los corazones de los esposos entregando su amor maternal e inmaculado, intercediendo por el mejor vino que nunca les falte en sus vidas.
Arraigado su amor por las familias para que las parejas sean perseverantes en los momentos de dificultades, problemas y enfermedades. Que esta gracia se fortalezca y se mantengan a través del santo rosario que nos lleva a estar unidos en el amor de Cristo Jesús.
El amor vivido en las familias es una fuerza constante para la vida de la iglesia. “El fin unitivo del matrimonio es una llamada constante a acrecentar y a profundizar este amor. En su unión de amor los esposos experimentan la belleza de la paternidad y la maternidad; comparten proyecto y fatigas, deseos y aficiones, aprender a cuidarse el uno al otro y a perdonarse mutuamente. En este amor celebran sus momentos felices y se apoyan en los episodios difíciles de su historia de vida. La belleza del don recíproco y gratuito, la alegría por la vida que nace y el cuidado amoroso de todos sus miembros, desde los pequeños a los ancianos, son sólo algunos de los frutos que hacen única e insustituible la respuesta a la vocación de la familia”, tanto para la iglesia como para la sociedad entera.
Amoris Laeteia 88
Consagremos nuestros hogares al corazón de María
Queridos hermanos: no dejemos que nuestros hogares y nuestras familias este fueran del corazón inmaculado de María Santísima. Ella es la única que se hace presente, así como estuvo presente en las bodas de Cana y se hizo manifiesto el primer milagro de convertirse el agua en vino. Este mismo misterio de amor se vive HOY en las familias.
No permitamos que esta gracia que Nuestro Señor Jesucristo nos ha dejado, se disperse, que cada día más aumente EL AMOR DE MARIA EN LA FAMILIA.
Luxandra Pineda
Comunidad María Reina de la Paz