Uno de los milagros más esperados y vividos con tanto amor fue la sanación de aquel paralítico que esperó durante muchos años en la piscina de Bethesda. Lucas 5, 17-26
¿Qué significaba la piscina de Bethesda?
Significa en hebreo casa de misericordia, un nombre muy apropiado, pues muchos enfermos acudían ahí́ para recibir misericordia para sus aflicciones, un sitio que se había convertido en un lugar de esperanza para todos aquellos que padecían una enfermedad.
Significaba que quienes estaban allí a pesar de su condición solo se sentaban a esperar una oportunidad y hasta allí llegaba su fe, no se esforzaban por hacer algo más, habían dejado de ir al templo por esperar ese instante que se agitaban las aguas y a veces nos puede pasar a nosotros, que sólo hacemos cosas por momentos, vamos a lugares que no es el encuentro con el verdadero Dios sino donde me puedan rápidamente dar lo que necesito, dejando la fuente de agua viva que es Cristo, esperamos hacer sólo una novena para esperar algo a cambio que no requieren mucho esfuerzo.
Acudimos a Dios cuando verdaderamente tenemos un quebranto de salud y/o problema, nuestro Dios bombero y si no me da lo que requiero simplemente se pierde ese instante de fe que dejamos brotar en nosotros, nos cansamos, no perseveramos y Dios hoy nos habla que no podemos tener una fe sin exigencias, rápida, Dios quiere más de nosotros que simplemente esperar un milagro sin un cambio de vida verdadero para caminar siempre con Dios y no por momentos.
Nos gusta dar vueltas sabiendo que hay alguien poderoso como es Dios y nos conformamos con menos, en vez de ir a la fuente que nos puede dar todo, buscamos migajas o simplemente tenemos en cuenta a Dios como última opción.
¿Entonces cuál es nuestra seguridad? ¿Cuál es nuestra piscina? ¿En que esta puesta nuestra esperanza? ¿Si es Dios? ¿O en qué o quién la estamos colocando?
¿Qué pasaba con el paralítico?
Era una persona que llevaba 38 años allí con dolor espiritual muy fuerte, que no le permitió mirar a otro lado, llenándose de dolor de ver que otros se sanaban y él ni siquiera porque se esforzara podía llegar y quizás endurecía su corazón, quizás se llenó de envidia y se estancó por mucho tiempo; porque al alejarnos de Dios eso nos pasa, nos acostumbramos a nuestro pecado y se transforma nuestro corazón en piedra, creemos que no necesitamos de esa fuente de agua vida que hacer latir y dar fuerza a nuestro interior y que le da sentido a nuestra vida, como también nos puede pasar a nosotros, que nos quedamos en situaciones estáticos y no nos importa que nuestro corazón duela o sufra seguimos así porque es más fácil, porque nos acostumbramos a estar así.
¿Queremos estar mejor o igual?
Aunque hay algo que él tenía que le permitía a pesar de la situación seguir viviendo, tenía esperanza de sanarse y eso nos hace que en nuestro interior luche, porque esperamos que mañana sea mejor y por ello quizás a veces nos quedamos en cosas o situaciones que a veces no tienen sentido, pero Dios no quiere que sigamos así y por ello se acerca al paralítico y le pregunta:
¿Quieres ser sano?
Pensaría el paralítico pues claro, obvio…pero Jesús le está preguntando algo más profundo ¿quieres luchar o no?, o te quieres seguir quejando o quieres sanarte; pero en muchas ocasiones nos quejamos por todo, pero no queremos ser sanos, no queremos hacer nada y hasta en ocasiones le echamos toda la culpa a Dios (de mi trabajo, de la iglesia, del cura, del gobierno, de la sociedad, de mis hijos, de mi espos@).
Y que responde el paralítico no tengo a nadie, pero ese día ese hombre se iba a dar cuenta que no estaba solo que tenía un amigo y ese es Jesús, Él es el mejor amigo que podemos tener nosotros, a quien verdaderamente le importamos, que es fiel a nosotros, que quiere siempre lo mejor para nosotros.
Que no sólo le iba a dar la sanación que tanto anhelaba sino mucho más, sentirse amado por alguien, sentirse importante para alguien, sentirse que ya no iba a estar más sólo, le iba a dar la fortaleza de luchar, de mantenerse en pie y a pesar de las circunstancias que viviera más adelante tener una fe que con Jesús lo podría todo.
La sanación nos da fortaleza
Eso nos da El Señor una seguridad que hace que nuestra vida sea llevadera y que siempre habrá esperanza que con El todo será mejor.
Pero Jesús se acerca, no porque él era santo, no tuviera pecado, porque lo mereciera es porque tuvo misericordia por su situación, y le dijo y nos dice ahora levántate de tu tristeza, levante de tu miseria, levántate de tus heridas, levántate de tu situación, en nombre de Dios.
El Señor te pide coge con tu camilla, cómo lo hizo con el paralítico, levántate a luchar sin tanta quejabanza, pero toma la decisión porque si no es un SI, él no puede hacer nada más por ti…hoy es el tiempo para ti…hoy te está diciendo deja atrás esa situación como también te dice “no peques más, para que no te venga alguna cosa peor”.
El Dios que te creó sin permiso hoy te pide permiso para salvarte…
Y nos pide un camino de conversión, nos quiere libres y sanos, por ello: confiésate, ora, reza el santo Rosario, ve a Eucaristía, lee o escucha constantemente la palabra de Dios y recuerda que con Dios todo podemos y sin El miremos cómo está el mundo.
¡¡Dios te bendiga!!
Diana Marcela Rojas
Comunidad María Reina de la Paz