Actualmente nos encontramos inmersos en una sociedad que nos hace pensar que lo más importante es uno mismo (la cultura del “YO”), que nos quiere vender felicidad a través del tener, del poder y del placer. Una sociedad que ha querido destruir el concepto y el valor del matrimonio, por el individualismo y otras tendencias sexuales, dejando de ser una unión de 3.
Sin embargo, aún existimos personas que queremos hacer la voluntad de Dios y no la de la sociedad.
Capaces de asumir el reto de lo que significa amar, en especial cuando dos personas quieren compartir su vida, buscando una relación a través del sacramento (“sagrado momento”) del matrimonio.
Donde Dios esté presente y Él sea el más importante, donde Él dirija ese caminar y sea posible superar la distancia entre el hombre y la divinidad.
Unión de 3: la pareja y Dios
Cuando decimos que la unión es de tres, es porque aparte del “si” entre dos seres que se aman, hay un “sí” de parte de Dios proporcionándoles la gracia.
Es decir, una ayuda especial para ser más perfecto ese amor y para que puedan cumplir mejor sus deberes de esposos y enfrentar los obstáculos que día a día se presenten.
Cristo, pues de la misma manera que Dios en otro tiempo salió al encuentro de su pueblo por una alianza de amor y fidelidad. Ahora es el Salvador de los hombres y Esposo de la Iglesia, mediante el sacramento del Matrimonio, sale al encuentro de los esposos cristianos. Permanece con ellos, les da la fuerza de seguirle tomando su cruz, de levantarse después de sus caídas, de perdonarse mutuamente.
Catecismo de la Iglesia Católica 1642
Sin sacramento solo es una simple sociedad
Otra cosa es cuando dos personas se unen sin ese sacramento lo que conforman es una simple sociedad.
Pero cuando esa unión se le suma el poder divino podemos llegar a realizar cosas inimaginables porque ya no hay un potencial simplemente humano sino hay el potencial de unos creyentes en Dios.
Como nuestro Señor nos dice en su Palabra:
Asimismo os digo, que si dos de vosotros se pusieren de acuerdo para pedir alguna cosa, mi Padre que está en los cielos se los concederá
Mateo 18, 19
Lo que el hombre pueda alcanzar sin la presencia de Dios, es mínimo, frente a lo que pueda alcanzar con Él; y es más grande aún, lo que se pueda lograr entre tres (la pareja y Dios).
Valen más dos juntos que uno solo, porque es mayor la recompensa del esfuerzo, si caen, uno levanta a su compañero; pero ¡pobre del que está solo y se cae, sin tener a nadie que lo levante! Además, si se acuestan juntos, sienten calor, pero uno solo ¿cómo se calentará? Y a uno solo se le domina, pero los dos podrán resistir, porque la cuerda trenzada no se rompe fácilmente
Eclesiastés 4, 9-12
El matrimonio es una decisión radical de vivir en comunión con Dios
En nuestra experiencia personal, podemos decir que después de 18 años de matrimonio, que sin la base sólida de la presencia viva de Dios, del amor de Cristo y la intercesión de María Santísima en nuestro hogar, sería difícil mantener una familia, donde se le de apertura a la vida y se piense en el otro.
Un hogar donde uno quiere refugiarse porque hay paz, alegría, esperanza y sobre todo amor a pesar de las circunstancias y dificultades que se presenten.
Donde cada uno de los que integran ese hogar crecen no sólo en sabiduría o conocimiento. Sino en espíritu y donde los milagros de Dios se ven cada día, eso es andar de la mano con Cristo.
El Sacramento del Matrimonio es una decisión radical de querer vivir en comunión juntos para ser uno solo, como Jesús nos enseñó.
A ser multiplicadores de ello a través de nuestros hijos y enseñar a otros a valorar y a vivir este sacramento como lo que realmente es, una vocación a vivir la santidad en el amor porque el amor es donación, darse el uno al otro, el amor es Dios. ¡No olvides que el matrimonio es una unión de 3!
Por Diana M. Rojas y Wilfredo Ramírez
Comunidad María Reina de la Paz