Encontramos un llamado que María Santísima nos hace cuando nos pide que hagamos cenáculos, para prepararnos a recibir el Espíritu de Amor, el Espíritu Santo. María se prepara en el cenáculo de Jerusalén para la venida del Espíritu Santo.
Un cenáculo es un grupo que se reúne en una casa de familia o en la parroquia a rezar en primer lugar el santo rosario y otras devociones para hacer frente a los ataques que está recibiendo la fe católica con la consecuente destrucción de la familia, la moral, las virtudes, el avance de las sectas y otros males que nos aleja de Dios y de nuestra Iglesia Católica Apostólica y Romana.
En una de sus homilías el Papa Francisco nos dice:
“El Cenáculo nos recuerda, con la Eucaristía, el sacrificio. En cada celebración eucarística, Jesús se ofrece por nosotros al Padre, para que también nosotros podamos unirnos a Él, ofreciendo a Dios nuestra vida, nuestro trabajo, nuestras alegrías y nuestras penas, ofrecer todo en sacrificio espiritual”.
El Santo Padre dijo luego que “el Cenáculo nos recuerda la amistad.
Ya no les llamo siervos dijo Jesús a los Doce a ustedes les llamo amigos.
Juan 15, 15
El Señor nos hace sus amigos, nos confía la voluntad del Padre y se nos da Él mismo. Ésta es la experiencia más hermosa del cristiano, y especialmente del sacerdote: hacerse amigo del Señor Jesús”.
“El Cenáculo nos recuerda la despedida del Maestro y la promesa de volver a encontrarse con sus amigos. ‘Cuando vaya, volveré y les llevaré conmigo, para que donde estoy yo, estén también ustedes’. Jesús no nos deja, no nos abandona nunca, nos precede en la casa del Padre y allá nos quiere llevar con Él”.
El Papa Francisco resaló asimismo que “el Cenáculo recuerda también la mezquindad, la curiosidad ‘¿quién es el traidor?’, la traición. Y cualquiera de nosotros, y no sólo siempre los demás, puede encarnar estas actitudes, cuando miramos con suficiencia al hermano, lo juzgamos; cuando traicionamos a Jesús con nuestros pecados”.
“El Cenáculo nos recuerda la comunión, la fraternidad, la armonía, la paz entre nosotros. ¡Cuánto amor, cuánto bien ha brotado del Cenáculo! ¡Cuánta caridad ha salido de aquí, como un río de su fuente, que al principio es un arroyo y después crece y se hace grande! Todos los santos han bebido de aquí; el gran río de la santidad de la Iglesia siempre encuentra su origen aquí, siempre de nuevo, del Corazón de Cristo, de la Eucaristía, de su Espíritu Santo”.
El Pontífice aseguró que “el Cenáculo, finalmente, nos recuerda el nacimiento de la nueva familia, la Iglesia, constituída por Cristo resucitado. Una familia que tiene una Madre, la Virgen María. Las familias cristianas pertenecen a esta gran familia, y en ella encuentran luz y fuerza para caminar y renovarse, mediante las fatigas y las pruebas de la vida. A esta gran familia están invitados y llamados todos los hijos de Dios de cualquier pueblo y lengua, todos hermanos e hijos de un único Padre que está en los cielos”.
“Éste es el horizonte del Cenáculo: el horizonte del Resucitado y de la Iglesia. De aquí parte la Iglesia en salida, animada por el soplo del Espíritu. Recogida en oración con la Madre de Jesús, revive siempre la esperanza de una renovada efusión del Espíritu Santo: Envía, Señor, tu Espíritu, y renueva la faz de la tierra”.
Hoy seguimos unidos con María en oración para pedir un nuevo Pentecostés que renueve la iglesia, la humanidad, la creación entera y a nosotros mismos.
En los cenáculos se llama a todos a participar en las experiencias de una fraternidad auténtica, cuanto más se ora y más espacio se deja a la acción de María más sentimos nosotros crecer en el mutuo amor. María nos hace un llamado a orar en cenáculo.
Por Luxandra Pineda
Comunidad María Reina de la Paz